¿En qué consiste la vida?, sería una buena pregunta, un tema extenso e inagotable sobre el que nos podríamos ocupar, pero si logramos simplificar esta pregunta a la mínima expresión nos encontramos que es una cuestión que tan sencillo como: un viaje con un punto de partida y uno de llegada, un tiempo en el que formamos parte de un mundo que creemos nuestro, una posesión que en realidad es efímera y que tiene su valor y belleza en lo concientes e inconcientes que somos a veces de que este viaje es un préstamo, un tesoro del que disfrutamos un tiempo inequívocamente incierto y limitado.
Muchas veces estamos tan ocupados buscando la felicidad que no nos damos cuenta de que en realidad ya la tenemos, que en nuestras vidas ya hay millones de cosas maravillosas que ni se compran,, ni se venden, cosas con las que no se puede comerciar.
Muchas veces estamos tan ocupados buscando la felicidad que no nos damos cuenta de que en realidad ya la tenemos, que en nuestras vidas ya hay millones de cosas maravillosas que ni se compran,, ni se venden, cosas con las que no se puede comerciar.
Lo realmente importante, es en el fondo aquello que no se puede medir ni cuantificar, todo aquello que es maravilloso en relación a lo intangible de su carácter y procedencia.
Por qué no pararnos a reflexionar sobre el motivo de nuestra insatisfacción, del querer y pedir constantemente más, más y más... sin en realidad saber en muchas ocasiones que es lo que realmente buscamos o pretendemos. Por otro lado, que tal vez esa espera inagotable de un día mejor no deja que nuestros sentidos disfruten del hoy, de lo que realmente está "en nuestras manos". De lo que por gracia o desgracia forma parte de lo que somos, de lo que sentimos, de lo que pensamos…
Dar demasiadas vueltas a las cosas solo lleva al mareo, es decir, a la confusión. Pero no detenerse a analizarlas lleva a un desorden, a un desajuste y a una falta de conciencia sobre lo que nos rodea y sobre nosotros mismos.
Todas aquellas cosas en las que no solemos pararnos a pensar, son necesidades o deseos ya cubiertos, son nuestra felicidad, y parece que no nos damos cuenta de cuan importante es y de lo que ello significa.
Por qué no pararnos a reflexionar sobre el motivo de nuestra insatisfacción, del querer y pedir constantemente más, más y más... sin en realidad saber en muchas ocasiones que es lo que realmente buscamos o pretendemos. Por otro lado, que tal vez esa espera inagotable de un día mejor no deja que nuestros sentidos disfruten del hoy, de lo que realmente está "en nuestras manos". De lo que por gracia o desgracia forma parte de lo que somos, de lo que sentimos, de lo que pensamos…
Dar demasiadas vueltas a las cosas solo lleva al mareo, es decir, a la confusión. Pero no detenerse a analizarlas lleva a un desorden, a un desajuste y a una falta de conciencia sobre lo que nos rodea y sobre nosotros mismos.
Todas aquellas cosas en las que no solemos pararnos a pensar, son necesidades o deseos ya cubiertos, son nuestra felicidad, y parece que no nos damos cuenta de cuan importante es y de lo que ello significa.